sábado, 5 de enero de 2019

Teaser Monday: Salvación de Eva Mª Soler e Idoia Amo


En la entrada de hoy vengo a hablaros de la novela que se ha leído en el Club de Lectura  Entre Libros y Tintas este mes, y de la que en sólo unos días podréis disfrutar de la reseña.

Solo puedo adelantaros que se ha convertido sin duda alguna en un gran descubrimiento, una mezcla perfecta de suspense y romance y la dosis justa de terror tanto para miedosos como para los fans del género. 
No puedo más que recomendarla a todo aquel lector que busque una novela adictiva como hacía tiempo no leía, que te tiene en vilo desde la primera página. 

Para ir abriendo boca hasta que la reseña se publique, os dejo con un fragmento muy light del inicio de la novela. Aquí tenéis el Teaser Monday de Salvación de Eva Mª Soler e Idoia Amo.

Espero que lo disfrutéis y ver vuestros comentarios 💕


Helena estaba calculando el precio cuando escuchó gritar a un par de gaviotas. A pesar de la oscuridad, vio a la perfección el puente que daba entrada al pueblo y eso la animó: al fin había llegado. Se fijó en un vehículo policial aparcado justo en la entrada, al lado de una señal que anunciaba: «Bienvenido a Salvación. No querrá marcharse.»
Bonita frase, aunque el lamentable estado del cartel le restaba efecto. Helena sacudió la cabeza y continuó su camino pasando de largo sin prestar atención al coche de policía, que rezaba también un mensaje sencillo: Sheriff.
La chica soltó una risita, pero entonces vio que el vehículo la seguía al mismo tiempo que le hacía señales con las luces, y meneó la cabeza.
—¿En serio? Joder, ¿y ahora qué pasa?
Le vino a la cabeza la escena inicial de «Acorralado», donde al pobre Sylvester Stallone ni siquiera le dejaban cruzar la línea de entrada al pueblo antes de ser impunemente expulsado por el sheriff local.
Detuvo su coche y miró por el espejo retrovisor. Al verse reflejada, suspiró: era consciente de que su aspecto no era demasiado serio para su edad pero que le encantaran los vaqueros, las cazadoras de cuero negras, las camisetas con tachuelas y las botas no era culpa suya. Toda la vida había sido amante del rock, los conciertos, la vestimenta informal y la música alta, y nada de todo aquello gustaba a los agentes de la ley. Por suerte, su belleza clásica de melena rubia ondulada, ojos azules y aspecto de muñeca frágil solía contrarrestar la primera impresión. Unos cuantos policías se habían dejado engatusar por su sonrisa, pero en ese momento no se veía capaz de fingir: no entendía el motivo de que le hicieran parar.
«Y si esto fuera una película de terror...», pensó, mientras esperaba a que el sheriff de turno se aproximara hasta su coche.
Si fuera una película de terror, sería la víctima ideal: con pinta de adolescente atontada, la música alta, en plena noche deteniendo su coche y sin un arma con la cual defenderse. En un sitio extraño, esperando que se acercara un policía que bien podía ser un chiflado que...
Notó unos golpecitos en la ventanilla y aquello cortó de raíz su imaginación desbordante. La bajó despacio y puso una mueca.
—¿Pasa algo? —preguntó.
No veía del todo bien, pero acertó a vislumbrar a un hombre que parecía atractivo, aunque mayor. Bueno, para su edad, tenía todo el pelo en su sitio y unos ojos claros que brillaban en la oscuridad, pero ya tendría cuarenta años. Y poseía un rostro inquietante que, lejos de tranquilizarla (lo deseable al estar ante un representante de la ley), la puso nerviosa. Sobre todo por el escrutinio que le dedicó, con toda la calma del mundo y, aparentemente, sin percatarse de la incomodidad de la joven.
—¿Puede bajar la música, por favor? —preguntó, con voz grave.
«Sheriff de ultratumba», pensó Helena, y casi tuvo un ataque de risa que le costó dominar. Siempre se le ocurrían las cosas más disparatadas en los momentos menos oportunos y por nada del mundo quería ver a aquel hombre enfadarse.
—Perdón. —Bajó el volumen con tanto énfasis que se pasó de rosca y de pronto todo quedó en silencio—. Lo siento. No irá a multarme por llevar la música alta, ¿verdad?
El hombre estaba examinando su coche. Helena lo siguió con la mirada, sorprendida por la tranquilidad con que anotaba la matrícula. Le hizo un gesto interrogante al ver que abría su walkie-talkie, pero él la ignoró.
—Genial —murmuró ella, empezando a tamborilear con los dedos en el volante—. Estoy en «La matanza de Texas», seguro. Este hombre se ha apoderado del uniforme del sheriff, y...
Cesó sus murmullos cuando lo vio asentir y cerrar su radio. Regresó junto a su ventanilla.
—La matrícula está en orden —comentó—. ¿Puede enseñarme su carnet de conducir?
—Primero debería decirme por qué me ha parado. ¿Llevo alguna luz rota o me he saltado el límite de velocidad?
—No querrá discutir con un agente de la ley —el tono no admitía replica.
Refunfuñando, Helena agarró su bolso de mal humor y sacó la documentación. Mantuvo su expresión enfurruñada mientras él estudiaba su carnet.
—Helena Quinn —lo escuchó decir—. ¿Cuál es el motivo de su visita?
—¿Esto va en serio? —preguntó, empezando a exasperarse. Pero el sheriff permanecía cruzado de brazos e inmutable, esperando la respuesta—. Está bien. Soy propietaria de una casa, hace poco que la he heredado.
—¿La casa de Alan Quinn? —La rubia asintió—. Entonces eres su hija, ¿verdad?
—Esa soy yo —admitió Helena, impaciente—. ¿Ha terminado ya el interrogatorio?
El hombre afirmó, pareciendo darse por satisfecho.
—La acompañaré hasta la casa.
—¿Qué? No, no hace falta, yo...
Pero se encontró hablando sola, porque el sheriff de nuevo había vuelto a ignorarla y se encaminaba a su vehículo policial. Helena meneó la cabeza tratando de no irritarse, pero no entendía nada. No estaba acostumbrada a que la trataran así, ¿desde cuándo te paraban para interrogarte como a una delincuente cualquiera al llegar a una localidad?
Esperaba no cruzarse más con ese sheriff, pero de momento ahí lo tenía, siguiéndola con firmeza hasta que terminaron de recorrer el puente. Después la adelantó y ella solo tuvo que seguirlo, algo que le vino de perlas porque apenas recordaba la localización y su navegador hacía meses que no funcionaba. Claro que no pensaba dar las gracias ni loca, después de lo maleducado que había sido al intimidarla de aquella manera.
Paró el coche al llegar a su calle y todo empezó a sonarle. Suponía que por la mañana, a plena luz del día, resultaría más sencillo... De repente se sentía agotada y solo de pensar en cargar con el equipaje y arrastrarlo hasta la casa se le venía el mundo encima.
Descendió, cerrando la puerta, y esperó a que el sheriff llegara a su altura.
—Muchas gracias por el comité de bienvenida —dijo, sin molestarse en ocultar su sarcasmo—. Si hace esto con todos los visitantes estará muy ocupado, ¿no?
—No tenemos muchos visitantes —replicó él, mirando hacia la verja.
—Con la simpatía que desborda me cuesta creerlo, sheriff... —Miró su placa.
—West. —El chico no hizo amago de estrecharle la mano ni nada por el estilo—. Solo vigilo bien quién entra en mi territorio, señorita Quinn.
—Helena. Nada de señorita —corrigió, pensando que por lo menos no la había llamado «señora», algo que a sus veintisiete años le producía unos irremediables deseos de matar.
—¿Tiene las llaves?
—Pues claro que tengo las llaves. ¿Qué pasa, no se fía? ¿Quiere acompañarme dentro para convencerse de que no soy una vagabunda practicante del vandalismo más sofisticado?
Él se encogió de hombros y echó a andar hacia la verja sin añadir nada, de forma que Helena no tuvo otro remedio que ir detrás, mientras luchaba contra el instinto de mandarlo a la mierda, algo muy satisfactorio pero poco inteligente. Se contuvo y buscó las llaves por todo su bolso como si no tuviera prisa alguna, disfrutando del gesto de fastidio que ponía el sheriff. Al final las encontró, pero antes de que empezara a probarlas de una en una, él se las arrebató de las manos y abrió a la primera.
—Muy amable.
—Es un placer. La he notado un poco torpe. —Empujó la puerta, que se abrió con un chirrido a juego con la casa mientras ella alzaba la ceja—. Seguro que el cuadro de la electricidad está apagado. Vuelvo en un minuto.
—Sí, eso es lo que dicen todos antes de que alguien sea asesinado por un maníaco despiadado que sin que nadie lo sepa se oculta en el... —La penetrante mirada de aquellos ojos azules la acalló al momento—. Lo siento. Muchas películas de terror durante mi adolescencia.
—No se mueva de aquí, si no le importa —el tono de voz del sheriff era más una orden que una petición, pero de cualquier modo Helena no tenía intención alguna de ponerse a dar vueltas por una casa a oscuras y no puso objeciones.
Mientras él desaparecía, los ojos de Helena se fueron acostumbrando a la oscuridad. Recorrió la entrada despacio, tratando de encajar la vista actual con la de su mente... No la recordaba tan grande. Era una casa enorme, aquel recibidor casi media más que todo su apartamento de Nueva Inglaterra. Estaba claro que iba a tardar mucho tiempo en revisar la casa y todo lo que contenía... Al menos, en la herencia constaba un buen montón de posesiones. Le iba a llevar más tiempo del que había supuesto y, aunque sabía que podía trabajar a distancia, eso le rompió un poco los esquemas. Su idea era permanecer allí un par de semanas y hasta alguien como ella se daba cuenta de que de eso nada.
Oyó un chisporroteo y de repente todo se iluminó, dejándola sin aliento durante unos segundos.

4 comentarios:

  1. He puesto lo mismo en mi reseña "un gran descubrimiento". Cuando entré al club no imaginé que este libro sería tan bueno, que lo disfrutaría tanto. En el 2018 hubieron sólo 4 libros que lograron conectarme por completo de los poco más de 20 que leí, este es uno de ellos.

    Saludos!

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  2. Hola Eva
    Este año me he propuesto apuntarme a más lecturas conjuntas. Si hubiese tenido más tiempo en este mes lo hubiese leido con vosotras, el género me gusta y la pluma de las autoras ya la conocía y me encanta. Espero poder unirme a la siguiente.
    Besos
    CdC

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  3. Es un libro muy entretenido. Muy recomendable para pasar un buen rato, o no tan bueno. Según como se lea :-)

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  4. ¡Me ha encantado! Para mí, que no conocía a las autoras, ha sido un gran hallazgo.

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